Resulta ya incuestionable que las redes sociales se han convertido en una de las herramientas de trabajo más útiles para los periodistas y los profesionales de la comunicación, que aprovechan su perfil en servicios como Twitter, Facebook o Instagram para ofrecer a sus seguidores el lado más personal y directo de la información.
El problema es que en determinadas ocasiones, esta “nueva” forma de conectar con las audiencias puede entrar en conflicto con determinados intereses empresariales, sobre todo cuando hablamos de eventos en los que se mueve mucho dinero que fluye a través de canales mucho más tradicionales, como puede ser un evento deportivo de repercursión internacional.
Sólo así se explica el hecho de que con motivo de la celebración de los próximos Juegos Olímpicos de Invierno en la ciudad rusa de Sochi, los organizadores hayan decidido trazar una gruesa línea de separación entre los fotógrafos acreditados para el evento (de pago) y el resto de periodistas, bloggers y demás espectadores a los que explícitamente se les prohíbe difundir imágenes del evento a través de redes sociales como Instagram.
De hecho según la agencia de noticias rusa Svodova, los periodistas que “utilicen sus teléfonos, tablets, o cámaras para capturar momentos de los JJOO se les retirará la acreditación y no podrán seguir cubriendo el evento” ya que únicamente los periodistas que tengan una “acreditación apropiada” podrán hacerlo.
Tras la publicación de esta noticia a finales de la semana pasada, la reacción en las distintas redes sociales no se ha hecho esperar, y el término “censura” ha sido uno de los más repetidos, evidenciando cómo el COI estaba más que dispuesto a plegarse ante los intereses de los grandes medios de comunicación (principalmente televisiones americanas), antes que de proteger la libertad de información y prensa.
Lo curioso del caso es que ha sido precisamente esa polémica en las redes sociales lo que en última instancia ha llevado a las autoridades rusas a rectificar. El pasado lunes el miembro del COI Mark Adams, escribió un e-mail al USA Today asegurando que los periodistas “podrían tomar todas las fotos que quisieran”, y difundirlas en cualquier red social. Y aquí el matiz interesante es el término “fotos”. Porque lo que no podrán hacer es transmitir vídeo, aunque sean los seis segundos que se pueden compartir desde apps como Vine o los diez segundos que como máximo permite grabar Instagram.
El caso demuestra una vez más como la no tan nuevas redes sociales y las apps, desafían estructuras que se han mantenido intactas durante los últimos cincuenta años, provocando en la mayoría de las ocasiones respuestas que no están a la altura de lo que les está exigiendo la sociedad. Porque en un mundo hiperconectado, ¿De verdad se va a poder identificar y censurar un vídeo de Instagram?