No es “El hombre duplicado” la mejor novela de José Saramago. La he terminado hace unos días casi a regañadientes, recordando y echando muchísimo de menos esa “Todos los nombres” que tanto me impactó en su momento.
Quizás no debería haberla retomado. No después de haberla empezado hace quince años. No después de haberla perdido en un avión, tras haber leído poco más de 30 páginas. No después de haberla comprado de nuevo y haberla prestado…para recuperarla después…y dejarla abandonada otra vez durante dos años.
Supongo que la culpa la tiene Tertuliano Máximo Alfonso, 38 años, profesor de historia en un colegio público y protagonista del libro. De no decir esta boca es mía durante lustros, hace unos días empezó a hablar. “Léeme. Coge el libro. Venga que te cuento quién es el hombre duplicado. No, no cojas ese, ¡elígeme a mí! ¡Vamos si Saramago te encanta! No te hagas de rogar!”
Al principio le prestaba oídos sordos. Después, las excusas de siempre. “Más tarde Tertuliano, más tarde…¿no ves que estoy a otra cosa? ¿El hecho de que siempre escoja otra historia antes que la tuya, de verdad que no te dice nada?”
Pero él ni caso. Tan cansino el tío que tuve que gritarle…”¡Bueno, ya está bien! ¡Si hay que leer se lee, pero cállate ya!” Total, que no había empezado el libro y ya nos llevábamos mal…y eso que en las primeras páginas sí que parecía que había algo de química.
Tertuliano contándome sus cosas, y yo escuchando. Que si ha visto en una película a un tío que no es que se parezca a él, sino que es idéntico…Que si tiene que investigar cómo es posible algo así…Y yo un poco a lo mío, entre un cuéntame más y un pero no te pases con los detalles porque me agobias.
Pero después hete aquí que tras unas 50 páginas Tertuliano se viene arriba. Y me cuenta sus cuitas con el profesor de matemáticas, que si no sabe cómo romper con su novia, o que su madre es una cansina. Y yo, Tertuliano si es que el cansino eres tú alma de cántaro. Bueno tú y don José un poco también…pero esto último claro, solo lo pensaba en voz baja…no se me vaya a enfadar el premio nobel portugués.
Algo debían sospechar ambos. Porque cada noche desplegaban la misma estrategia. Primero una confesión de culpabilidad por su parte: “sé que ayer tal vez me pasé un poco. Te prometo que hoy va a ser diferente” Y después un “¿te lo has creído eh? ¡Qué iluso!” Y entre medias, entre el tercer y cuarto bostezo, el sentido común aportando su granito de arena a la fiesta: “piénsalo bien, puedes dejar el libro apartadito. Nadie lo va a saber.”
Sé lo que estás pensando y te doy la razón. Aquí el único culpable soy yo…porque podía haber evitado todo esto. Pero claro, nada es tan sencillo como parece. Y en el fondo, no lo hemos pasado tan mal, Tertuliano yo. Como suele decirse, hemos tenido nuestros momentos. Desde luego el hombre tiene una gran historia que contar y mentiría si dijese que no nos hemos reído juntos.
Ahora que hace un tiempo que no le veo, pienso en él de vez en cuando. No es que le eche de menos… pero a la vez, le extraño.
A mi me gustó mucho…