Volando voy, volando vengo

“Volando voy, volando vengo
volando voy, volando vengo por el camino yo me entretengo, por el camino yo me entretengo…enamorao de la vida que a veces duele…enamorao de la vida que a veces duele”

No sé si en alguna ocasión habéis montado en una avioneta con la intención de lanzaros en paracaídas. Yo lo he hecho dos veces. La última, la semana pasada. Desde entonces estoy intentando escribir un algo en el que explicar lo que se siente y lo reconozco, no es nada fácil.

Os propongo algo, un viaje conmigo a bordo: olvidaros de casi todos los aviones en los que habéis volado hasta ahora. Del Boeing 747 por supuesto, pero también de cualquier otro que os haya llevado a algún sitio.

Pensad en cambio en un pequeño avión de radio control. De los que se exhiben en las ferias de aeromodelismo. Incluso más pequeño aún. De esos de hojalata que todavía se ven en algunos escaparates de juguetes antiguos. ¿Lo tenéis? Ahora multiplicad su tamaño por nueve o por diez. Quedaros con esa imagen. Eso es. Ahí la tenéis. Esa es nuestra avioneta.

¿Impresiona verdad? Esa sensación que transmite de fragilidad eléctrica, rebotando desde las hélices hasta la cola, saltando desde las alas a las ruedas desgastadas. Subid conmigo. Hay que encontrar un hueco.

Al fondo si sois de los que se marean con las alturas, si no mejor cerca de la puerta corredera. Haced un poco de hueco, entran más compañeros. Fuera codos, adiós manos, atrás los hombros. Cada centímetro cuenta. Ya está. Lo sé, es imposible que esa caja de galletas pueda volar. Un puto milagro.

El despegue ha sido casi inmediato ¿verdad?. Ni rodaje, ni aproximación a la pista ni casi instrucciones de la torre de control. Apenas una carrera voluntariosa, algunas frases sueltas que se han colado por la radio de la cabina, morro arriba y enseguida en el aire. Si queríais montar una escena, del tipo paren los motores quiero salir de aquí, llegáis tarde. Sonrisas. Que no se note el miedo.

No sé vosotros, pero yo tengo la sensación de que es la primera vez que vuelo. Sí, claro que he volado muchas veces antes. Pero casi siempre medio dormido, leyendo un libro, jugando con el móvil o mirando distraído por la ventana. Un volar accidental si así queréis llamarlo… un volar de actor secundario. No como ahora, que volamos todos con los cinco sentidos. Este volar obligatorio, este volar adrenalínico al que nos hemos enchufado.

¿Podéis echaros ahora atrás? Por supuesto. Be my guests. Podéis decirle a vuestro instructor, el que realmente se va a tirar, porque vosotros solo sois un paquete que se ata a su abdomen, que os lo habéis pensado mejor y que no queréis hacerlo, que adiós muy buenas…que por supuesto le pagaréis por su tiempo y esfuerzo pero que no, que no os merece la pena. Más vale un cobarde vivo que un valiente muerto ¿verdad?

Pero sé que si sois como yo, y algo de eso debe de haber porque habéis llegado hasta aquí, no vais a decir nada. Os vais a guardar las sensaciones taquicárdicas para vosotros, tal vez disfrazándolas de forzadas sonrisas, de testosterona y palabras de ánimo. Un pensamiento: allí abajo todos siguen con su vida. A nadie le importa que estemos pasando por encima de sus casas, a 4.000 metros de altura.

“A volar eh, a volar” acaban de abrir la puerta. Uno fuera. “¡Nos vemos en tierra compañeros!” Se abre de nuevo la compuerta. Dos fuera. ¿Los veis por la ventana? Exacto, esos puntitos amarillo y naranja chillón que bajan a toda velocidad. Ahora… ¡Ahora acaban de abrir el paracaídas! ¿Veis como ya planean? En menos de tres minutos habrán vuelto a tocar tierra. Vuestro turno ahora. ¿Estamos juntos en esto no?

¿Os tiran las correas? ¡Más vale que os tiren! Tirad, tirad con fuerza. Bien apretados. Un chiste: como lomos embuchados. ¿Os cuesta respirar? Eso es bueno. Os tiene que costar respirar. Si os podéis mover es que no estáis preparados. Dejad que os pongan las gafas. ¿No querréis que un algo se os meta en el ojo a 200 km por hora verdad?

Ya está.Todo listo. La próxima vez que se abra la puerta, saltáis vosotros. Saltará el instructor y vosotros iréis detrás. Exacto, como un canguro. Dejad colgadas las piernas bajo el escalón de la avioneta. Encorvad la espalda, que haga una U, tal y como os han enseñado en el cursillo de preparación. Apoyad la cabeza sobre su hombro, sin miedo. Intentad sonreír. ¿Listos? ¡A disfrutar!

Os veo. Bajando a toda velocidad. Agitando los brazos. Haciendo como que nadáis suspendidos en el aire. Cómo disfruté la primera vez haciendo el idiota. Seguro que tanto como vosotros ahora. Casi oigo los gritos desde aquí. Lo estáis pasando en grande. Se ha abierto el paracaídas. Veo que habéis empezado a planear. Dos minutos. Tenéis dos minutos para disfrutar del resto del viaje.

“Un minuto, un minuto y a volar. ¿Estás listo?”

“Listo”

“Sobre todo relajado vale? Relajado”

“Claro, claro, relajadísimo”

“Vamos que nos vamos”

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Published by Rudy de Juana

Periodista, escritor, geek y aficionado al jazz. Profesionalmente me encontrarás en MuyComputerPro y MuySeguridad. De mis nuevos proyectos te hablo en rodolfodejuana.com

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