Termino de leer “Instrumental” de James Rhodes y me queda esa sensación en los labios que producen esos libros que significan algo. La historia del pianista británico suma momentos atroces, horrorosos, que nunca deberían haber sido vividos, con otros “yo también quiero” que acaban enterrados en el cajón de las buenas intenciones.
Y de todos, de los miles de sustantivos que Rhodes utiliza en su estupenda autobiografía me quedo con uno. “Pasión”. Pasión como la que destaca la RAE en la sexta acepción del término: “Apetito de algo o afición vehemente a ello”. Pasión como esa fuerza que debería llevarte a dejar de comer, de dormir…hasta de respirar si fuera preciso.
Cuenta Rhodes que tras su particular descenso a los infiernos y sus innumerables recaídas, la pasión por la música fue probablemente lo que le salvó de un suicidio para el cual ya se habían escrito casi todas las esquelas.
Que encontrar lo que de verdad nos apasione, no lo que se supone que nos tiene que apasionar, no lo que otros esperan que nos apasione, no lo que creemos que nos apasiona, es la única salida, la única forma de dar un paso atrás, apartarnos unos segundos de toda esa infelicidad que nos rodea.
Porque no nos engañemos: somos infelices. Tal cual. Infelices casi todo el tiempo, todos los días de nuestra vida en los que para evitar clavarnos un puñal en el corazón, destellan aquí y allá de forma ocasional, momentos de pura y profunda felicidad. ¿Quién no querría más de eso? ¿Quién no querría alargar, hacer eternos esos momentos? Y es entonces cuando nos justificamos. No tenemos tiempo.
Ese tiempo que amenaza con agotarse desde que suena el despertador a primera hora de la mañana. Ese tiempo que nos bebemos en cafés aguados y que malgastamos en trabajos que a casi todos nos saben a poco. Ese tiempo que desaparece en metros, autobuses, supermercados y casas. Ese tiempo que al final agotados, invertimos en el mando a distancia. ESE TIEMPO.
Pero podemos decidir. JODER CLARO QUE PODEMOS HACERLO. Escribir o ver el último capítulo de Juego de Tronos. Aprender a tocar el piano o jugar a Pokemon Go. Ir a una estupenda exposición, al cine, al teatro, etc. o arrastrar el culo por otro centro comercial. Podemos elegir. Si queremos tenemos todo el tiempo del mundo. Si nos atrevemos, podemos hacerlo.