A última hora del pasado viernes, es MuyPymes escribíamos sobre cómo Echo, el último producto de Amazon, tenía casi todo lo necesario para revolucionar el comercio electrónico del futuro. Y es curioso porque Echo es en su concepción, poco más que un asistente personal diseñado en forma de altavoz inalámbrico.
Como Siri, como Google Now, como Cortana, Echo puede comunicarse de una forma semi automática con los usuarios. Puede por ejemplo reproducir música, programar alarmas, establecer citas en el calendario y responder a preguntas básicas sobre medidas y determinados datos que pueden encontrarse en la Wikipedia. Para activarlo, todo lo que tenemos que hacer es decir “Alexa” y Echo empezará a escuchar lo que tengamos que decir.
Hasta aquí pocas diferencias con respecto a los demás, salvo el hecho de disponer de un micrófono capaz de recoger el sonido de una habitación sin que nos tengamos que acercar. ¿Por qué querría vender Amazon algo así? Estamos de acuerdo que el negocio de Amazon no es el de ayudarnos a hacer búsquedas en Internet o de ofrecernos una tecnología que nos asista en nuestro día a día. Todos sabemos que el negocio de Amazon es vendernos cosas, incluso a través de la tecnología. Sus tablets (Kindle Fire) sus lectores de eBooks e incluso su fallido smartphone, no valen tanto por lo que tecnológicamente son capaces de hacer, sino por los contenidos que son capaces de vender.
¿Dónde encaja entonces Echo en esta estrategia de venta? Si nos fijamos en el vídeo que incluimos en el artículo, en un momento determinado la protagonista dice “Alexa, añade papel de envolver a la lista”. Lo que consigue de esta forma es que el dispositivo añada el ingrediente que le falta en ese momento a la lista de la compra. Más tarde, esa persona realizará la compra en Amazon.
Esto por supuesto solo es el principio. Si Echo funciona, es probable que en un futuro cercano Echo no sólo nos permita añadir productos a la lista de la compra, sino comprarlos directamente. Es decir, esa misma señora podría decir “Alexa, compra leche” y a las pocas horas encontrar como un simpático paquete de Amazon llama a nuestra puerta.
Desde una perspectiva empresarial, la idea es brillante. Sería la primera vez que una empresa consiga que no sean los clientes los que tengan que ir a una tienda a comprar cosas (física o virtual), sino que la tienda ya esté en casa, de forma ubicua, en cada habitación, para todo lo que podamos necesitar. ¿Os imagináis la cantidad de compras por impulso que se harán? Vemos un anuncio en la televisión de un nuevo teléfono inteligente y de repente sentimos esa sensación de cosquilleo. Lo queremos.
En un escenario normal, meditaríamos nuestra decisión, esperaríamos al día siguiente o a la semana siguiente antes de acercarnos a la tienda o echaríamos un vistazo a decenas de reseñas on-line antes de comprar. Con Echo, es probable que de una forma casi involuntaria dijéramos “Alexa, compra el teléfono”. Y bang! demasiado tarde para echarnos atrás.
Por supuesto es probable que esto finalmente no vaya a ser así. Puede que podamos configurar distintos filtros antes de comprar, en función de variables como precio, categoría de producto y demás, pero sin lugar a dudas es un paso más que muestra cómo las barreras entre los on-line y lo off-line se van difuminando cada vez más hasta en ocasiones tener dificultades para distinguir realmente donde acaba un mundo y dónde empieza el otro.
Echo no es el primer intento de Amazon por entrar por la puerta grande de nuestra casa, pero parece desde luego uno de los potencialmente más serios. Harán mal lo que apresuradamente lo juzguen a la ligera como un dispositivo más porque en mi opinión, si triunfa, tiene todo lo necesario para cambiar las reglas del juego.