Desde hace un par de semanas utilizo de forma exclusiva un Chromebook. Para quién no lo sepa, los chromebooks son esos portátiles apoyados por Google y que utilizan únicamente Chrome OS como sistema operativo. Teniendo en cuenta que el 99% de mi actividad en un ordenador la paso frente a un navegador, pensé que la experiencia podría merecer la pena. ¿Ha sido así?
Vayamos por partes. En primer lugar, en este post no voy a analizar qué se puede hacer o qué no se puede hacer con un Chromebook. Si estáis interesados en saberlo, os recomiendo que leáis el especial de tres artículos que hemos publicado en MuyPymes. Podéis consultarlo aquí: Parte I, Parte II y Parte III.
Lo que sí quiero aclarar es que trabajar con un Chromebook supone básicamente (salvo algunos detalles de menos importancia) trabajar con Google Chrome. ¿Qué quiere decir esto? Que si estamos acostumbrados a utilizar el navegador de Google, si utilizamos de forma habitual sus extensiones y sus aplicaciones y sobre todo, si estamos acostumbrados a guardar nuestra información más valiosa en “la nube”, Chromebook se nos descubrirá como un equipo con muchas ventajas: rápido, con una batería que aguanta muchas horas y un precio más que asequible (suelen situarse en la orla de los 300 euros).
Ahora bien, si somos de los que nos preocupa que Google y otras empresas nos “espíen”, si lo que nos gusta es trabajar en el escritorio y sobre todo si usamos aplicaciones profesionales que no tienen su equivalente en la Red, entonces Chromebook desde luego no es para nosotros.
Si os fijáis, del párrafo anterior lo más interesante es “aplicaciones profesionales que no tienen su equivalente en la Red”. Es sorprende constatar ya el enorme número de aplicaciones que sí están en Internet y que de quererlo, resuelven casi todas nuestras necesidades. Incluso una de las grandes, como es Photoshop ya está dando los primeros pasos para ser completamente funcional desde Internet.
En mi caso, tal vez por el hecho de cambiar con frecuencia de equipo, el trabajar de forma casi exclusiva en Internet es toda una ventaja que me evita muchos quebraderos de cabeza cuando tengo que hacer una migración. Y es que en mi caso…
- Mis documentos: archivos de Word, Excel, PowerPoint, PDF, etc. se almacenan en Google Drive.
- Mis fotografías: estás respaldas con una copia de seguridad en OneDrive, donde tengo almacenamiento ilimitado.
- Mi música: confío de forma exclusiva en Spotify y Google Music
- Mis tareas: trabajo con Any.Do
- La información que necesito recordar: no hay nada mejor que Evernote y Onenote.
- Y así un largo etc. con el que no os quiero aburrir.
El hecho de que una simple combinación user/password me de acceso instantáneo a todo lo que necesito, me parece la gran, gran ventaja de la nueva informática: una en la que los equipos que llegan al usuario final no tendrán que ser tan potentes, en la que el sistema operativo elegido tendrá una importancia muy secundaria y que por supuesto, promete accesibilidad en todo momento y en casi cualquier lugar.
¿Tiene riesgos? Por supuesto. Todavía en la historia de la humanidad no se ha inventado nada “libre de riesgos”. Podemos perder toda nuestra información (de la misma forma que nos puede pasar en nuestra casa), nos la pueden robar (de la misma forma que nos puede pasar en nuestra casa) y nos pueden espiar (de la misma forma que nos puede pasar en nuestra casa).
Eso sí, si yo tengo que elegir, me quedo con los supuestos “riesgos” de confiar en la nube a las “garantizadas seguridades” de no hacerlo.