Seamos serios. La del periodista, no es la profesión más complicada del mundo. Pero antes de que os comencéis a rasgar las vestiduras, añadamos un matiz: siempre que se tengan los datos y la información adecuada y se sepa interpretarlos. Si se tienen (en un gran Si, lo admito) la puesta en práctica es sencilla.
Cualquier alumno de primero de carrera sabe que al responder a las cinco grandes W (What, Who, When, Where, Why) más de la mitad de la noticia (o reportaje) está hecho, se expliciten o no en el texto final. Así que la premisa de la que parte este post es sencilla: ¿Si un robot (llámese algoritmo de Google o llámese X) tuviese acceso a millones de datos noticiosos (que ya existen en la Red), podría convertirse un periodista “real” y escribir como tal?
La pregunta no es baladí, ya que hoy leo en Tech Radar que existen empresas como Narrative Science que ya están haciendo algo muy parecido. Lo que hace esta empresa, gracias a su motor de inteligencia artificial Quill, es tomar millones de datos no estructurados (normalmente provenientes del campo científico) para en su análisis, crear un discurso coherente en base a los mismos.
Todo en Quill recuerda a lo que podemos encontrar en el cerebro de un escritor, de un ensayista o de un compañero de profesión. Según sus creadores su poder reside en que “desde el punto de vista de los datos, el sistema incorpora el arte de la analítica para extraer lo que hay en su interior, haciendo previsiones de futuro y aconsejando en base a los datos recibidos. Desde el punto de vista de la inteligencia artificial, el sistema utiliza el resultado de este análisis hacia la generación natural del lenguaje”.
Por supuesto Narrative Science defiende que esto en absoluto remplaza al periodista ni a su criterio, pero que desde luego puede ser una gran ayuda a la hora de interpretar datos complejos en áreas como la economía, los estudios estadísticos o la ciencia.
También se apunta a que puede “sustituir” ciertos trabajos rutinarios del periodista, como puede ser por ejemplo realizar distintos artículos breves sobre información económica o deportiva, liberando al profesional para que pueda dedicarse a menesteres más gratificantes, como puede ser una entrevista o un reportaje en profundidad. Es decir, no se sustituye al periodista, pero es un primer paso.
No es el de Narrative Science la primera aproximación en este campo. Otro buen ejemplo es Google Noticias. En el caso del buscador de Internet, no se sustituye al profesional a la hora de redactar una información, pero ciertamente hay una cierta sustitución (si bien no directa) en otra función igualmente importante como es la selección de las noticias relevantes.
En Google Noticias no existe ningún criterio editorial, ni interviene ningún profesional que determine cuáles son las noticias más importantes del día. Es el propio algoritmo de Google que al analizar las noticias que publican los medios de comunicación el que, de forma automática, saca sus “propias conclusiones”. Los defensores de Google pueden argumentar aquí, que en ningún caso el gigante de Internet impone un criterio editorial, sino que se limita a reflejar lo que hay.
Y si bien es cierto lo que dicen, también es verdad que en numerosas ocasiones un análisis serio de la portada de Google Noticias puede detectar ciertas “tendencias”, “estados de opinión” y “selecciones muy particulares” que muchas veces sí que dejan fuera lo que han sido las noticias más importantes del día. Porque las más importantes, como todos sabemos, no son siempre ni las más leídas, ni las más enviadas, ni mas más enlazadas: son aquellas que sirven para entender el mundo en el que vivimos y hacia dónde vamos.
Así que tenemos que la tecnología, gracias al uso del Big Data, podría llegar algún día a sustituir al periodista tanto en las labores de selección como de redacción/elaboración de noticias y hemos visto que a menos a cierto nivel, no estamos demasiado lejos de que esto vaya a pasar.
Queda por responder la gran pregunta que me llevo haciendo desde que empecé a escribir este artículo: ¿Qué robot va a sustituir a Tom Wolfe? ¿Cómo nos van a estremecer con la sangre fría de Truman Capote? ¿Necesitamos ya otro Watergate, o tendremos que conformarnos con esa versión descafeinadísima que son los “papeles de Bárcenas”?
No sólo periodismo
Hace unos años, un compañero de profesión al verme con los cascos puestos me preguntó que qué estaba escuchando. Jazz, fue mi respuesta seca. “¿Música de frikis no?” fue la conclusión que mentalmente sacó y que por supuesto, creyó oportuno transmitirme.
Como ante la ignorancia supina sobran las contestaciones, obvié responder y seguí a lo mío. No recuerdo mucho más de la conversación, pero si recuerdo lo que estaba escuchando: “Kind of Blue” del inimitable Miles Davis. Había oído hablar de este disco desde hace casi quince años, pero no ha sido hasta hace cinco cuando he empezado a escucharlo. He de confesarlo. La primera vez que lo escuché me pareció innecesariamente largo y tremendamente aburrido. Cinco años más tarde, se ha convertido en uno de mis discos favoritos.
Con “Kind of Blue” pasa un poco como con la cerveza. Cuando la pruebas por primera vez, te resulta tan amarga y extraña que no entiendes que exista una legión de apasionados cerveceros, capaces incluso de fabricarse su propia marca. “Kind of Blue”, en el olimpo de la crítica musical de todos los tiempos, un disco que todos los “entendidos” recomiendan y que no gusta al principio, conquista poco a poco, nota a nota, hasta convertirse en una pieza de arte, imprescindible.
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