Lo admito. Me encantan los productos de Apple. Tengo varios: MacBook Pro, iPad y Apple TV. En un futuro puede que tenga más. Sin embargo, esto no quiere decir que sea un fanboy de Apple, que no vea los defectos que tienen algunos de sus productos o que no reconozca que muchas veces presentan productos que no pasan de ser una mera operación de marketing. Y tampoco que no vea el embrujo que ha provocado Apple en los medios de comunicación y que tantos otros quieren imitar. Es lo que bauticé en un post anterior como “el efecto Apple”
Es difícil determinar cuándo comienza el efecto Apple tal y como hoy lo conocemos. Es cierto que la presentación del primer Macintosh en 1984 y ese estupendo anuncio de Ridley Scott dieron mucho de lo que hablar durante años o que la puesta en largo del primer iMac en 1998 supuso la consagración definitiva de un recién vuelto Steve Jobs al frente de la compañía. Pero quizás el primer gran golpe de autoridad que Apple da sobre la mesa es el iPod, el primer “antes y después de Apple” del que tanto gusta hablar a los analistas.
El efecto Apple nace precisamente ese día: 23 de octubre de 2001. El hype de este efecto Apple recibió por supuesto un gran impulso con la presentación del primer iPhone el el 29 de junio de 2007, consolidándose definitivamente con el lanzamiento del iPad el 3 de abril de 2010. Sin embargo, si queremos ser incluso aún más precisos, casi que podríamos afirmar que el verdadero hype se produce cuando el iPhone realmente empieza a popularizarse en todo el mundo. Es decir no hablamos del modelo original, sino del 3GS que aterriza en medio mundo a mediados de 2009.
El efecto Apple en los medios…
No puede entenderse el efecto Apple si no se entiende la complicidad con la que ha contado por parte de los medios de comunicación. Como por muchos es sabido, salvo unas contadas campañas publicitarias en Estados Unidos y una gran estrategia de product placement en series y películas, Apple apenas si invierte en publicidad (*aunque es cierto que en los últimos meses algo parece estar cambiando).
El mejor marketing que ha tenido Apple desde el año 2007 ha sido el que todos los medios le han hecho de forma totalmente gratuita. Porque no sólo han hablado de sus productos de una forma entusiasta, sino que meses antes de la presentación de un nuevo producto, el mero rumor, la filtración, la fotografía sospechosa, etc. ha sido elevada a la categoría de noticia y de exclusiva mundial.
Y no sólo han caído en el “juego de Apple” medios especializados o blogs que hablan exclusivamente de la firma de Cupertino, sino que últimamente grandes como el Wall Street Journal, New York Times y Reuters se han sumado alegremente a un fenómeno que les ha beneficiado de cara a la reputación que obtenían frente a sus propios lectores.
Pero ¿Qué ganan los medios en todo esto? Si ciertamente no es dinero (o al menos no de forma directa) lo que desde luego consiguen (sobre todo en sus versiones on-line) es una exposición a una audiencia ávida de noticias de Apple que en cierta forma condiciona (cuando no interpreta de forma errónea) el resto de información tecnológica que le rodea.
Por otro lado Apple sabe tratar bien a “sus periodistas”. No invierte en sus medios, pero se asegura que todos esos profesionales de la prensa tengan cada año su nuevo iPhone, su nuevo iPad o su nuevo MacBook Pro. En definitiva, parece una jugada perfecta en la que todos ganan.
En el ojo del huracán
Sin embargo esta sobre-exposición mediática, esta rumorología continuada empieza a pasarle factura.
La calidad y lo revolucionario de los productos que ha presentado en los últimos años, ha generado un efecto bola de nieve que se traduce en un crecimiento irracional de las expectativas del público. Tras el iPhone, tras el iPad, todos esperan que cada año Apple pueda revolucionar la informática. La empresa californiana no sólo se encuentra ante el imperativo de luchar contra su competencia (lo hace de forma brillante), sino que tiene que luchar también contra las expectativas que genera y contra sí misma.
Esto da lugar a situaciones como mínimo insólitas, como el famoso “antennagate” , que llevó al propio Steve Jobs a a tener que dar una rueda de prensa para pedir perdón por los problemas de cobertura que tenía su iPhone 4, o más recientemente a la carta en la que Tim Cook se disculpa públicamente por la calidad de sus mapas en iOS6.
Ningún producto tecnológico es perfecto, todos, absolutamente todos, tienen pequeños/grandes fallos. No obstante sólo a Apple se le piden explicaciones públicas. Nunca hemos visto a los CEOs de HTC, Sony o Motorola comparecer en la CNN para calmar a una #masaenfurecida. ¿No tienen problemas ASUS, Huawei o HP? Igual o más que Apple, pero parecen no importar.
Incluso los analistas bursátiles parecen haber caído en esta dinámica perversa. Tanto es así que resulta insólito que cuando Apple anuncia que ha vendido 20 millones de iPhones en un único fin de semana, muchos consideren que es un número claramente insuficiente y que por lo tanto merece la pena dejar caer el valor de las acciones de la compañía.
Ojo no estamos aquí sintiendo lástima por los “pobres de Apple”, sino reconociendo una situación que se han ganado a pulso. Han conseguido situarse en el ojo del huracán y ahora tienen que lidiar con unas consecuencias que aunque casi siempre son positivas, en cada vez más ocasiones parece que no lo son tanto.
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